Los primeros 1000 días de vida —desde la concepción hasta los dos años— son una etapa crítica para el desarrollo integral del ser humano. En este periodo se forma la base del sistema inmunológico, se desarrollan estructuras cerebrales fundamentales y se construyen los primeros vínculos afectivos. Todo lo que ocurre durante estos años tiene un impacto duradero en la salud física, emocional y cognitiva del bebé.
Acompañar este proceso con herramientas respetuosas puede marcar una gran diferencia. El masaje infantil es una de ellas. A través del contacto piel con piel, el bebé no solo experimenta bienestar físico, sino que también se siente seguro, amado y contenido. El masaje ayuda a calmar el llanto, favorece el sueño, mejora la digestión y estimula el desarrollo neurológico.
Además, fortalece el vínculo con la persona que lo brinda, creando rutinas de conexión, presencia y afecto. Cuidar estos primeros años es una inversión en salud, vínculo y confianza para toda la vida.
Estefania Salinas - Puericultora